¿Valía la pena que lo sacrificarás todo sin esperar nada?. ¿De dónde sacaste ser un idealista en un mundo dominado por el sable y por las sandalias insolentes?. ¿Quién puso en tu cabeza pensar que se podía establecer una república libre, soberana e independiente?.
¡Por Dios, Juan Pablo!: ¿por qué te sacrificaste viviendo la mayor parte de tu vida en el exilio?. Te veo en este siglo 21 y te digo valió la pena. Solo que el camino hay que seguir abriéndolo. La trocha tiene que ser desbrozada paso a paso, sin prisas y sin mirar atrás.
Valió la pena porque de tu ideal puro y hasta frágil salió la idea de que a este pedazo de tierra se le debía llamar República Dominicana. Que los dominicanos teníamos que ser libres o dejar la vida en el intento. Tú fuiste el primer sacrificado. No te permitieron pasar los egoístas, los vende patrias, los que no tienen conciencia ni capacidad de lucha.
Tú vives en este siglo 21. Te haces presente y te eternizas. Las ideas nunca mueren, el exponente de la verdad siempre tiene a mano lo único que lo representa: abrir su pecho en defensa de la Patria. Cuando veo los graves problemas que tiene la sociedad dominicana de hoy, me atrevo a sugerirte que no puedes descansar ni estar en calma.
Esa república que tú convertiste en realidad hoy necesita hombres puros y que estén dispuestos a defenderla al costo que sea. Por desgracia, muchos han caído en la lucha y los que quedan vivos tienen las piernas de gelatina, sin fuerzas para echar para adelante.
Juan Pablo seguimos siendo víctimas de la explotación extranjera. Para ti los opresores eran los haitianos, en una isla abandonada por los españoles y los franceses, para nosotros están las superpotencias, que únicamente nos quieren para explotar nuestras riquezas tradicionales.
Uno de tus principales panegiristas, que te llegó a llamar el Cristo de la Libertad, osó decir que la Constitución es un simple pedazo de papel, no tenía razón, pero en los hechos hoy vemos que esa Constitución no pasa de ser un simple libro enquistado en una biblioteca.
Las ideas, ayer y hoy, están por encima de los sables. Si tu ideal se cumpliera, entonces podríamos dar pasos certeros hacia un país totalmente democrático y libre, sin corrupción, sin atropellos, sin desigual distribución de las riquezas. Para muchos tu ideal es un librito en una biblioteca de pueblo, llenó de polillas.
Hay que levantar tus ideales, tu fe en la República, tu gesto de valor y sacrificio. Sólo así tendremos la República que ideaste y que nunca ha sido una realidad. Tenemos que seguir abriendo camino, para que el sueño se convierta en realidad. ¡Ay!, se me acabó la tinta.